viernes, 12 de agosto de 2011

PAZ, MIERDA Y OTRA FORMA DE VIDA


Es extraño actualmente no encontrarse a alguien que esté en paro o con alguien que tenga cercana a una persona en esta situación.
Por supuesto que hay muchas teorías acerca de la crisis que estamos atravesando, pero la más contundente desde mi punto de vista, y aunque algunos grupos de tendencia conformista lo critiquen o lo relacionen con la ignorancia, la culpa es totalmente del libre albedrio de los inmigrantes al entrar en nuestro país. No cabe duda que es el gobierno quien permite estas entradas ilegales, por lo tanto, no podemos culpar a personas que quieren venir a realizar su “sueño español” en éste, el país de la pandereta.
Me indigné profundamente, cuando, como seguidora de un programa que hace tiempo que no se emite, presentado por el Gran Wyoming, que a través de la polémica del señor (muy respetable) Josep Mª Vila d’Abadal, alcalde de Vic, el presentador manipuló la información y realizó un reportaje dónde se le preguntaba a sudamericanos sin papeles, irónicamente, si habían venido a España a robar el trabajo a los españoles. ¡Todos se reían a carcajadas! Pero hubo una respuesta por parte de una señorita inmigrante, entre carcajadas de la misma, que me irritó hasta tal punto que tuve que apagar la televisión: “No venimos a robar el trabajo, sino que cogemos los trabajos que los españoles no quieren hacer… jajaja”. A partir de ese día, no volví a ver el programa. ¡ESTOY DANDO CURRÍCULUMS A EMPRESAS DE LIMPIEZA, A CENTROS DE DÍA, A PANADERÍAS, SUPERMERCADOS E INTENTO QUE ME COJAN COMO STRIPPER! Estoy mucho más cualificada para realizar otros trabajos y aun así, no se me caen los anillos para limpiarle el culo a un anciano. Piden titulaciones como auxiliar sanitario cuando vemos la oferta de trabajo, y aun así, están sudamericanos/as sin papeles realizando esas tareas. Estoy en un supermercado comprando, y mientras intento “tirar” de marcas blancas y de ofertas, veo en la cola de al lado, que hay una sudamericana comprando pan Bimbo en vez del pan de molde Hacendado, tamaño familiar, que llena mi cesta. ¿Hasta cuándo voy a poder mantenerme a base de marcas blancas si todo el trabajo que suplico se lo dan a sin papeles? No me importa trabajar sin contrato, sin seguridad social, sin cotizar, con una mierda de sueldo… sólo quiero trabajar y poder vivir, NO SOBREVIVIR.
No me considero una persona racista ni xenófoba. El racismo lo definiría como la capacidad de sentirse superior a otras razas; no me siento así (lean a Shakespeare en el Mercader de Venecia). La xenofóbia podríamos decir que es el miedo a lo desconocido, y desgraciadamente, conozco bastante la situación que estoy relatando. Es al ver estas situaciones, cuando te hierve la sangre. No expreso más que la realidad que vivimos día a día. Han llegado bandas latinas que odian como ellos nombran a los “blanquitos”, que consideran que como rito de iniciación, a la mujer se la debe violar, y los hombres, deben pegar palizas y robar, y no contentos con esa inseguridad, ¡LOS LEGALIZAN COMO GRUPO CULTURAL!
He crecido toda la vida en el barrio donde desgraciadamente ahora vivo, y digo desgraciadamente porque ahora soy un cuerpo extraño, algo de otro planeta, un ser con dos tetas y un culo. Es su barrio, es su territorio, y ¿qué derecho tengo yo, como “blanquita” a pisarlo? ¡Yo jugaba de pequeña en la plaza en la que ahora trafican con drogas!
Salgo a la calle y en la famosa peluquería latina de al lado de mi portal, sólo veo una panda de vagos que están fumando porros, bebiendo cerveza y charlando, invadiendo toda la acera, sin respetar, tan siquiera, a viejecitas que intentan subir la cuesta con el carrito de la compra. Te miran de arriba abajo, te hacen comentarios totalmente obscenos y fuera de lugar, te desnudan con la mirada mientras expulsan de su boca esa repulsiva palabra; “mami…” delante de su mujer e hijos.
Cuando vamos de viaje a Marruecos, las mujeres, debemos ser recatadas y vestir de forma “adecuada” según su cultura, aunque pese a ello, siempre quieran intercambiarnos por camellos. Pero es su cultura y su estilo de vida, y no podemos darle una paliza al marroquí que ve la poligamia como algo normal, no podemos reírnos de ellos cuando rezan orientándose hacia la Meca, no cuestionamos por qué no comen cerdo… No lo hacemos. ¿Por qué en España, los sudamericanos se comportan como si fuéramos trozos de carne? ¿Por qué los marroquís nos insultan y nos vejan cuando llevamos libremente una minifalda? Con lo bonito que es el centro de Barcelona, ¿por qué me siento intimidada cuando ando por las Ramblas y no puedo acercarme al barrio del Raval de noche?
Ante ésta reflexión, no me gustaría que se me juzgara como una persona que generaliza ante todas las culturas y razas, hay gente maravillosa y asquerosa por todas partes, sean blancos, negros, café con leche o amarillos, pero mi ira va dirigida a lo que vivo cada día.
Y a la mayoría de empresarios españoles que creen que se aprovechan de ésta gente: ¡Explótenme, por favor! ¡Denme un trabajo de mierda y voy a ser la mejor! Haré más horas que un reloj no retribuidas, pero ¡contrátenme!
Ellos son culpables también de la etapa que estamos pasando, ellos pueden priorizar a los españoles dando puestos de trabajo. Si España deja de ser el país de la pandereta, el país donde uno que viene de fuera tiene prioridad a uno de aquí para trabajar, para conseguir pisos de protección oficial, para acceder a ayudas económicas estatales, ¿no disminuiremos la inmigración ilegal?
Si en Catalunya, para trabajar, para acceder a cualquier escuela, instituto, o titulación reglada o no, piden el mínimo de catalán y el mínimo de conocimiento de la historia de Catalunya, ¿tampoco conseguiremos disminuir la inmigración ilegal? Qué asco de país.

jueves, 11 de agosto de 2011

¿Cuánto pueden durar las malas rachas?

Como mala racha se entiende un tiempo en concreto en que la mayoría de cosas o todas te salen mal, pero ¿cuánto tiempo duran? ¿Y si no terminan? ¿Es cuestión de buena o mala suerte?
Cada vez, los científicos apoyan más la teoría de la existencia de la suerte, del azar, o bien, la estadística. Si nos ponemos a pensar, ¿qué porcentaje estadístico hay en que durante cuatro larguísimos años lo único bueno que me haya ocurrido es que me haya comprado unos zapatos preciosos en un bazar oriental y aún, después de dos meses, no se hayan roto?
He lanzado una moneda al aire diez veces: cuatro de ellas han salido cara, las seis restantes, cruz. ¿Porqué mi vida no es así? Una de cal y otra de arena, unas caras y unas cuantas cruces...
Podemos pensar en la teoría de la inocencia, de la bondad. ¿Soy demasiado inocente y bondadosa y por eso me va todo mal? ¿Puede una buena persona convertirse del día a la noche en una arpía sin escrúpulos a cambio de buena suerte? ¿Podría vender mi alma al diablo?
No soy una niña bien, mis "papás" no me han pagado la entrada de un piso, y desde los 18 años he vivido de alquiler, concretamente en 5 pisos distintos, con la posibilidad de volver a irme del que estoy ahora en breve.
En el primer piso intentaron engañarme entre la inmobiliaria y el propietario para quedarse la fianza sin alquilarme el piso, y tuve la desgracia de alquilarlo. El propietario entraba y salía del piso sin avisar, nos vigilaba desde su casa (el edificio de enfrente) y cuando nos íbamos, sigilosamente entraba. Además tuve un compañero de piso que fingía no tener dinero. Yo pagaba su parte como inquilino, le hacía "sopitas" calientes cuando estaba enfermo, e incluso se intentó meter en mi cama y se lo perdoné. Cuando descubrí que a parte de su trabajo, tenía una fuente de ingresos extra, que era un piso de propiedad alquilado, le eché.
¡Qué alegría salir de ese piso para ir a vivir con mi pareja! ¡Vayámonos fuera de nuestra ciudad! ¡Qué piso! ¡Y qué caro al final! Tanto, que no pudimos mantenerlo, así que nos mudamos a uno menos lujoso y el propietario decidió no devolvernos la fianza. No sirvieron las amenazas, las constantes llamadas telefónicas, los insultos que al final escupía por mi boca... desistimos. En el siguiente piso, de paredes húmedas y grietas por todas partes, terminaron por echarnos, por no poder pagar. Y al mudarnos al siguiente, pareció todo perfecto. Volviendo a la ciudad, encontramos el ático inmenso de nuestros sueños. La hermana de la propietaria nos explicó los momentos tan felices que había pasado ahí con su hermana y sus padres. Entregamos 900 euros de reserva del piso para la posterior fianza. Fuimos a firmar el contrato con el resto del capital y la hermana nos dijo que había una condición para alquilar el piso: firmar un seguro del hogar. Si nos negábamos, perdíamos la fianza, así que aceptamos. Bastante tiempo después, hablamos personalmente con la propietaria, ya que no la conocíamos. Haciendo números, no salieron las cuentas... ¡Faltaban 900 euros en la fianza! Se los había quedado esa zorra de pelo oxigenado, y puestos a desconfiar, empezamos a indagar hablando con la propietaria. ¡No eran hermanas, sólo amigas! ¡No había obligación ninguna de firmar un seguro del hogar! ¡Ése seguro del hogar que firmamos era de la empresa en la que trabajaba desde hacía 15 días la zorra oxigenada! Harta de que me tomaran el pelo llamé a esa estafadora, pidiéndole mis 900 euros, su respuesta: "Me los he gastado con mi marido de vacaciones". Nos amenazamos, nos chillamos, nos insultamos, y otra vez no sirvió de nada. Mantuvimos el año de contrato para no tener más problemas, aunque estuvimos durante el mes de diciembre y enero sin agua caliente, seis meses sin nevera, y finalmente enterándonos por una carta, que ese piso, salía a subasta en un mes. Viendo la gravedad de la situación y enterándonos que la ley no nos iba a amparar, llegamos aquí, al peor barrio, a la peor calle, pero a un piso de precio asequible, avalado por (teóricamente) una gran administración de fincas. Pedimos por favor al comercial que no nos engañara en nada, que habíamos salido de una situación muy difícil con el anterior piso y que no queríamos problemas. Como siempre, la bondad y la inocencia me pudo. Al llegar para firmar el contrato en esas oficinas tan espectaculares, el precio del piso había incrementado mágicamente 50 euros. Aceptamos al no tener más remedio que huir de ese piso de estafadores. Sólo llegar, me encontré con que en el juego de llaves del piso, faltaba la del portal, y no podía hablar con ningún vecino ya que el portero automático no funcionaba, así que durante unas tres horas de un sábado, esperé en la puerta a ver si algún vecino se dignaba a abrir y a prestar a una completa desconocida, su llave, para hacer una copia. Aún no entiendo cómo me dejaron la llave, ya que posteriormente me enteré de que la finca, llevaba cinco años sin luz en la escalera, y que por ese motivo, era conocida en el barrio, así que los atracadores esperaban en los rellanos para atacar a las ancianas que subían o bajaban. El rellano del ático era el sitio perfecto para un señor yonki que se pinchaba y se quedaba dormido con su "colocón". En fin, al conseguir entrar en la finca, indignada, entré en el piso, y mi sorpresa fue al tirar de la cadena del wc mohoso, cuando la cisterna me petó (literalmente) en la cara. Se inundó el piso. ¡Qué sábado pasé! No sabía el funcionamiento de la cisterna de un wc, pero después de esa reparación improvisada y de tres visitas a la ferretería más cercana, me considero una auténtica licenciada. El wc no era lo único mohoso en ese lavabo, las paredes, el teléfono de la ducha, la ventana que daba a un patio interior y las tuberías estaban impregnadas. Intentando limpiarlo, tosía y tosía... Por el momento, no tuvimos más problemas, hasta ahora: un año después deciden subirnos por esta mierda de piso 20,80 euros de más. Pagaremos casi 700 euros para vivir en  la calle de las peleas, de los bares, peluquerías y bazares latinos, para vivir en un piso de apenas 50 m2 dónde el moho cada vez es más extenso y peligroso. He llamado a la "super-importante" administración de fincas, pero la "super-importante" administración de fincas enteras están de vacaciones, así que les he dejado dos mensajes contundentes: el primero quejándome de la subida de precio, e indicando que si ven normal pagar ese precio por este piso, se pongan en contacto conmigo, que de lo contrario, no se molesten en llamar ya que no quiero hablar con usureros, y el segundo, deseándoles unas felices vacaciones a ésta gran empresa. La conclusión que saco, únicamente contando mis cuatro últimos años de experiencias inmobiliarias es que el azar + la bondad + la inocencia = merecidamente mala suerte.
En otra ocasión, nombraré otros aspectos de mi vida que no son los cambios de piso, como el negocio que abrí y se fue a la ruina, mis cuatro últimos y desastrosos cumpleaños o mis lamentables puestos de trabajo que he tenido que ocupar.  Gracias a quien lea esto, es un desahogo.